Presentación.

Enfermera en prácticas, aspirante a matrona. Escritora y heroína literaria frustrada. Evadiéndome del mundo con la nariz metida en los libros desde tiempos inmemorables, con requiem por mi normalidad incluído.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Recomendación fílmica: Siempre Alice.

¡Hola lechuguinos y lechuguinas! Bienvenidos a una nueva entrada. Esta vez os traigo algo nuevo: una recomendación de una película.

Siempre Alice nos cuenta la historia de Alice Howland, una profesora de lingüística de la Universidad de Columbia que, con 50 años, es diagnosticada de Alzheimer precoz hereditario. A lo largo del filme veremos como le afecta su enfermedad y no sé qué es más duro: si su juventud, si la enfermedad de Alzheimer en sí, si ver cómo pierde por lo que siempre se ha caracterizado (sus palabras, su mente)...
Es una película realista, cruda, dura y no demasiado esperanzadora que nos muestra la perspectiva de Alice: su desesperación, sus planes, sus métodos de afrontamiento, sus luchas, sus pérdidas. 
Cuando tenga fuerzas, me leeré el libro, pues como siempre, en las películas siempre se pierden muchas cosas (bien por falta de tiempo, bien por la dificultad  de conectar tanto con un personaje y saber todo lo que piensa). Y, por supuesto, aquí tendréis mi reseña. Otra razón para ver esta película podría ser la actuación de Julianne Moore. Para mí buena, pero claro, no puedo hablar como una enfema de Alzheimer (y espero que siga así siempre). 
No me esperaba el final y para mí ha sido un final muy triste, pero esperable una vez vistos los acontecimientos.  
Aquí os dejo el discurso de Alice que me ha hecho soltar unos buenos lagrimones:
Buen día. Es un honor estar aquí.
La poetisa Elizabeth Bishoponce escribió: ‘no es difícil dominar el arte de perder: tantas cosas parecen destinadas a perderse que la pérdida de estas cosas no constituye un desastre’. 
Yo no escribo poesía. Yo soy una persona con Alzheimer precoz, y como tal estoy aprendiendo el arte de perder a diario. Pierdo mi capacidad de orientación, pierdo objetos, pierdo el sueño… Sobre todo pierdo recuerdos.
Acumulé recuerdos toda mi vida. De alguna manera se convirtieron en mis tesoros más preciados. La noche en que conocí a mi esposo, la primera vez que tuve un libro de mi autoría en mis manos, el nacimiento de mis hijos, el primer encuentro con mis amigos, mis viajes por el mundo…
Todo lo que junté en la vida, todo por lo cual trabajé tanto, todo eso está siendo arrebatado. Como imaginan o como saben, esto es un infierno. Un infierno que empeora.
¿Quién puede tomarnos en serio cuando estamos tan lejos de lo que alguna vez fuimos? Nuestras conductas extrañas, nuestras frases confusas cambian la percepción que los otros tienen de nosotros. Nos transformamos en individuos ridículos, incapaces, cómicos. Pero no somos así; así es nuestra enfermedad.

Y toda enfermedad tiene su causa, su progresión y puede tener una cura. Mi mayor deseo es que mis hijos, nuestros hijos, las generaciones futuras, no deban enfrentar lo que estoy enfrentando yo.
Mientras tanto, sigo viva. Sé que estoy viva. Tengo gente que quiero profundamente. Tengo proyectos. Me enojo conmigo por olvidar cosas pero todavía vivo momentos de pura felicidad.
Por favor no piensen que estoy sufriendo. No estoy sufriendo. Estoy luchando… Luchando por seguir formando parte de cosas, por seguir conectada con quien fui alguna vez. Por eso me digo “Viví el momento”. De hecho es todo lo que puedo hacer: vivir el momento. Y no castigarme demasiado… No castigarme demasiado por dominar el arte de la pérdida.
Un recuerdo al que intentaré aferrarrme es el recuerdo de la charla que estoy dando hoy. Se irá, lo sé, quizás mañana mismo. Pero significa tanto estar hablando aquí, hoy, como solía hacerlo mi viejo yo, fascinado con la comunicación.
Gracias por esta oportunidad. Significa todo para mí. Gracias.


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